sábado, 21 de agosto de 2010

Tirar la Toalla

Se le nubla la vista, veo a tres contrarios los golpes han logrado su objetivo: han dañado la armadura del peleador.
¿Qué se tiene que hacer cuando se está cansado de recibir golpes? Y no lo digo porque uno no este preparado para eso, se tiene que aguantar los más que se pueda, pero hay veces que se tiene que afrontar la debilidad y “tirar la toalla”.

Mi lema es: estar preparado. Me entrené durante meses sin pretenderlo, logre darle condición a la corazón y un escudo fuerte al alma para los ganchos, hice sombra lo reconozco con otras peleadoras, para estar en mi punto contra esa campeona.

La seguí de cerca, recorrí las calles por las que pasaba para ver sus movimientos, sus combinaciones, la forma en la que entrenaba y se alimentaba, le tome videos para estudiarlos y ver sus veloces jab’s, ver la forma en la que se movía dentro del cuadrilátero.

Analice su defensa y la mejor manera de golpear su razón, su corazón. Observe de cerquita los huecos que dejaba al lanzar los golpes. Me sentí preparado para enfrentar la gran pelea.

Comenzó bien, favorable para mí, con pocos pero certeros golpes, el público se inclinaba de mi lado, creo veían el corazón en cada uno de los guantes azules que portaba; ella sucumbía ante mi ataque, ahora veo que era su táctica.

Conforme pasaban los minutos fui perdiendo el equilibrio emocional, todos sus golpes rompían mi guardia, incluso hubo momentos en los que mis pies se cruzaban, caí, volví a caer, ¡Demomios! Dije, no podía creer tanto esfuerzo para comenzar a fallar ahora.

Mi cruzado se quedaba corto, mi gancho no tenía fuerza, el jab era fácilmente esquivado por su velocidad en el juego de cabeceo, ¡Resurgió!, me alegra no quería una batalla fácil, pero de pronto comenzó mi desesperación, las combinaciones no salían, los golpes ya no le significaban nada.

Ella tranquila hacía su pelea, se sabía confiada, sólo una pelea perdida tenía y por nocaut, supo su error: se entregó, en esa pelea su única derrota abrió de más la guardia, esa guardia fina que tenía, se quedo inmóvil ante el pugilista de raíces italianas, aceptó golpes bajos y en la nuca, prohibidos en esta disciplina, su juez no hizo nada, la dejo seguir.

Cuando menos se dio cuenta…cayó, percibió sus errores muy tarde ya estaba en vestidor siendo revisada, le checaban los reflejos, los daños internos más que los externos, el daño emocional que recibió fue muy grande.

Y me pregunto ¿Qué me hizo pensar que ganaría?, quien le ganó y yo somos muy diferentes él es fajador y yo técnico, él juega sucio da golpes prohibidos, yo me apego a las reglas pero reconozco que a veces mando golpes sin sentido, a lo loco, por impulso, cosas de la edad.

Es el décimo round, las piernas tiemblan, hay miedo en mí, los brazos me pesan una tonelada y no los puedo mantener arriba, sus guantes rojos impactan con facilidad mi cuerpo, la sangre brota de mi rostro, el único color que veo es el rojo.

Veo a mi manager, mi conciencia, tiene la toalla en las manos, hago un gesto con lo poco que me queda de sensibilidad y rechazo el acto, no me quiero me rendir, he llegado tan lejos que “tirar la toalla” sería un fracaso.

Parece perdida la pelea, a ella ya no le atrae este combate, sabe que ya le demostró al público que su anterior derrota fue sólo “un golpe de suerte”, ahora los ha vuelto a conquistar, ella sabe que está hecha para grandes cosas, no para novatos.

Los puños de la peleadora de rojo hieren cada vez más, son certeros y precisos. Hasta creo que están rellenos esos guantes de algo, pero tiene compasión no da el golpe final, también ella teme, no se atreve, y no sé por qué.

No me arrepiento de haber aumentado unos kilos para llegar a su categoría, no, fue un honor pelear a este gran nivel, suena la campana que termina el décimo, apenas unos segundos para recuperarme, me dice la razón “estas bien” asiento con la cabeza, no tengo aliento.

Me limpian la sangre, me piden que aguante, que esperemos la decisión de los jueces del tiempo, pues podría ser favorable resolví muy bien los primeros asaltos. Suena la campana que anuncia el onceavo estoy a un round del doceavo, es sólo resistir; pero me gana la juventud y saco jab´s, ganchos, ahora sí no sirven de nada, su indiferencia castiga más que sus golpes, sólo se mueve por el ring.

Desespero y la reto, golpeo mis guantes que eran azules, pero ahora son rojos, se enoja, y dispara abajo, acierta; golpea arriba, abre otra vez mi cara; golpea de nuevo abajo, me dobla, ahí es el momento lanza un gancho a la quijada…me tira.

Se le nubla la vista, veo a tres contrarios los golpes han logrado su objetivo han dañado la armadura del peleador, no escucho nada sólo un piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, distingo con dificultad las señas del réferi, me tomo de las cuerdas, resbalo, le pido al juez que me deje continuar, estoy bien.

Pero veo una toalla en el piso ¿será de la razón?